domingo, 30 de diciembre de 2007

UNA CENTEYA EN LA NOCHE Prof.Gustavo Issetta


Acaso la poesía miente, como decía el filósofo alemán aquel de los bigotes profusos. Pero no hay nada mejor que creer con todo. Porque en la frase de Holdering “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando se despierta” está parte de la historia humana. Sueños, realidades, realidades y sueños. He aquí, la importancia de la poesía. Que nos marca momentos. Que nos conduce al despertar. A la impronta de la pregunta borgeana “ estoy soñando o estoy despierto”. Y uno de esos poetas profundos, fue Julián Centeya en lo que al tango respecta. Se llamó en realidad, Amleto Enrique Vergiati y nació en Italia, como muchos tangueros de verdad. Perteneció al Grupo Boedo famoso, que disputaba con Florida los estilos culturales. Borges dijo que fue una broma, y Freud que “El chiste no existe”. Y de Boedo pasó al lunfa sencillo pero decidor. Fue un anarco sociable. Estuvo en el diario Crítica, El Mundo y otras menores. Hizo letras de tango, libros. El “delfi” le puso musica a muchas de ellas. Estuvo en radio y televisión. Se encuentra con Troilo en el tema “La vi llegar”, se la cantó Marino en 1944 – epoica de oro en todo- Mauré le grabó Claudinette con la orquesta de Darienzo. De prosa dura, palpitante, apocalíptica utilizaba como universo las mesas de café con otro poetas como Julio Cantuarias – mi abuelo- autor del Tango Padrino Pelao y otras tambien con música de Delfino. Les recomiendo sus poemas recitados por el mismo. Hay uno “maquina descompuesta”. Crudo, terrible, agridulce y procaz, nos lleva a los laberintos de la prostitución de antes, de muchos brazos y cabezas. De códigos humeantes, de malevos y pipiolos enjutos, en la penumbra del zaguán arreglando con el pibe en su debute. Escucharlo es como sentir las pinturas de Quinquela. Donde el puerto crepita su hombría a las patadas, en la soledad y en la esperanza del arrabal. Hay otros poemas de él casi indescifrables, indecibles hasta para el más surrealista. La palabrota como le dicen los que hablan bien en publico y hacen mal a escondidas, te cala los huesos, te desarma el momento, te achica. Porque te nombra el nombre verdadero de las cosas o las cosas que hacen las personas. El arquetipo, diría Borges en su poema El Golem. Pero hay uno “Mi viejo” que te destruye. No solo están el viejo italiano, sino su trabajo, su sueño, su muerte y la pregunta del “dónde estará”, el recuerdo del perro, de la familia que cabía en un “cuore” gigante. Centeya fue una estrella en la noche, si, pero su misión fue llamar la atención sobre la larga noche del arrabal. Por oposición.

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